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Cronología 1941 - 1945
1941-1945 Cuba: el exilio forzado al país natal Regreso a la naturaleza resplandeciente (1941-1943) A su llegada a Cuba, Wifredo vuelve a encontrar a los suyos. Sus hermanas Eloísa, Teresa, Augustina y su madre, Serafina, contenta de ver nuevamente a este hijo pródigo. A pesar de estos reencuentros emocionantes, Wifredo se siente desarraigado. Apenas reconoce su país. La Habana le parece muy singular « con su Capítol blanco, sello de los Estados Unidos, sus bancos, sus palacios, sus lujosas tiendas europeas ». La ciudad es floreciente pero también venal. El clima cultural y artístico le parece deplorable, dominado por el arte académico o folclórico. Encuentra un pasado que consideraba olvidado; logra reconstituir un grupo amistoso compuesto de antiguos compañeros, de amigos de paso y de nuevas amistades. Entre ellos, algunos amigos que llegaron de Europa antes que él como Carlos Enríquez, Mario Carreño, quien enseña entonces en San Alejandro, Nicolás Guillén, Manuel Altolaguirre o Alejo Carpentier, al que va a frecuentar regularmente. En camino hacia México, Remedios Varo y Benjamin Péret hacen escala en el otoño. Wifredo mantiene un contacto epistolar con los demás. Como prometido, Breton defendió la pintura de Lam cerca del galerista Pierre Matisse, en Nueva York, quien le propone un contrato y una exposición para el año siguiente. Debe volver a trabajar. ¿Pero cómo? « Recordaba Europa, entonces invadida por el ejército nazi, con una tristeza muy grande... Para mí, ver Europa había sido todo. Cuando regresé a Cuba, fui asombrado de ver nuevamente la naturaleza, las tradiciones de los negros, la transculturación entre la religión africana y la religión católica. Comencé entonces a crear cuadros ubicados en la vía africana ». (2) Reencuentra la naturaleza – los paseos de flamboyanes, los campos de caña de azúcar – y luego sus compatriotas. El turismo frívolo de La Habana contrasta con la miseria de los negros en el campo. La discriminación le parece haber aumentado bajo el régimen de Batista: « lo que veía a mi vuelta se parecía al infierno ». « Todo el drama colonial de mi juventud revivía en mí ». Lam se refugia entonces en la pintura, no para huir sino para denunciar y protestar. Como un combatiente aislado, pinta el drama de su país, la causa y el espíritu de los negros, la aspiración a la libertad. Y, para desmarcarse del folclor o de las corrientes pictóricas preconizadas por los partidos políticos, inventa su propio lenguaje. Sobre la tela surgen figuras sur-reales, fantasmales, espectrales, vengadoras, denunciadoras y casi alucinantes, evolucionando en un delirio vegetal donde fauna y flora se entremezclan. Visiones que revelan lo que ha sido esclavizado, escondido lo más profundo posible. Imágenes que el pintor desea « capaces de perturbar el sueño de los explotadores ». Porque, según él, un verdadero cuadro hace « trabajar la imaginación ». Así, gracias a él, África vuelve a penetrar en el Caribe. En febrero de 1942, Wifredo y Helena se instalan en una casa amplia, rodeada de un gran jardín lujurioso. Un espacio que le permite pintar con fervor y preparar la exposición de Nueva York. Pierre Loeb y su familia, también refugiados en la isla hasta el fin de la guerra, están contentos del reencuentro. Descubriendo sus últimos cuadros, Loeb constata que este exilio forzado la va bien finalmente. « Era su suerte, retomar contacto con los Trópicos, los aspira, los penetra. Hace uno con ellos. » Santería y orishas (1942-1943) Es también un reencuentro con las creencias de su infancia. Lydia Cabrera le es presentada. Es una antropóloga especialista de la cultura afrocubana que recorre la isla para compilar y salvar del olvido las leyendas y las canciones de los negros ancianos. Wifredo y Helena, Alejo y Lilian Carpentier se hacen sus íntimos. Así reanuda con los mitos y los rituales de su madrina Antonica Wilson. Su hermana Eloísa, muy al corriente de los cultos de la santería, permite al grupo asistir a iniciaciones con tambores y a bailes ceremoniales. Mientras que el público se desinteresaba de la cultura negra o la consideraba con desdén, Cabrera, Carpentier y Guillén estaban convencidos que la religión deportada de África era un de los componentes fundadores de la identidad cultural cubana y al origen del « realismo mágico », un concepto creado por Carpentier hacia 1940, que define la especificidad del mundo hispanoamericano y hunde sus raíces en los elementos primitivos, folclóricos y míticos (lo maravilloso que impregna la cultura popular) como en los surrealismos. Lam, sensible a lo maravilloso porque entretiene una relación íntima con el inconsciente, reanuda con la práctica de las adivinaciones y de los magos. Sus figuras se inspiran, en parte, de los orishas (divinidades de la naturaleza de la religión yoruba). Al mismo tiempo que vuelve a visitar el pasado, Lam se interesa por todas las novedades. Frecuenta al escritor y poeta cubano Virgilio Pinera, director de la revista Poeta en 1942, al poeta cubano José Lezama Lima, fundador de la revista Nadie Parecía en 1941 y luego de la revista Orígenes (1944-1954) con José Rodríguez Feo. También frecuenta a sus amigos José Luis Gómez Wangüermet, Jorge Manach, Gastón Baquero, José Hernández Meneses, Roberto Juan Diago Querol, Manuel Moreno Fraginals. Conoce a Pierre Matisse, cuando viene a buscar él mismo las telas para la exposición, y frecuenta a los artistas extranjeros en exilio como Robert Altmann. Al final del año, después de múltiples tentativas al guache o al tempera, compone La Jungla, el cuadro más gran que había pintado hasta entonces. La Jungla escandalosa (1943-1945) La Jungla terminada seduce a sus amigos. Pierre Mabille, de paso en la isla, compara la importancia de esta obra con el descubrimiento de la perspectiva por Paolo Uccello. Es un cuadro « donde la vida estalla por todas partes, libre, peligrosa, dispuesta a todas las mezclas, todas las transmutaciones, todas las posesiones ». Nadie se equivoca sobre la nueva dirección que tomó la obra del pintor: « sueño con el Edén », según Breton; « delirio vegetal », según Leiris; « irrealismo revolucionario », según Fernando Ortiz; « poema bárbaro, monumental, magnífico », escribirá Max-Pol Fouchet. Es un cuadro que describe « la convulsión del hombre y de la tierra ». Más sencillamente, su cuadro entra en resonancia con la poesía de Césaire, quien le pide traducir su Retorno al país natal. Sin embargo, Lam prefiere confiar este trabajo a Lydia Cabrera. Retorno al país natal, con un prefacio de Benjamin Péret y tres dibujos de Lam, fue publicado en La Habana en 1943. Lam encuentra nuevamente a Mabille, en tránsito entre Haití, dónde el médico apasionado de todas las civilizaciones ha dado cursos de antropología física y de biotipología, y Yucatán, donde fue enviado en misión por el instituto de etnología. Es la ocasión para Lam de iniciarse en las obras herméticas (Paracelso, Martínez de Pasqually, Louis-Claude de Saint-Martin) que el Francés intentó cotejar a los ritos vudús. Mabille y Loeb, ambos apasionados del esoterismo, lo incitan también a estudiar los vínculos entre la religión y el espiritismo en la santería, disciplinas relacionadas con el inconsciente, pero también a confrontar las filosofías occidentales y orientales, las civilizaciones primitivas y la memoria ancestral. En cambio, Wifredo acompaña a Mabille y Loeb a bailes ceremoniales de la santería y ceremonias abakuás; hermandad del siglo XIX fundada por africanos de Nigeria, durante las cuales ellos intentan acotar el lenguaje misterioso de los tam-tames; guiados en este campo por Carpentier, quien en ese entonces escribía una obra sobre instrumentos de música, y por Cabrera, quién también registraba los cantos de los esclavos africanos. De ahí resultan los símbolos ñáñigos que Lam integra en su pintura. Inspirado y bien rodeado, Wifredo trabaja con empeño. Si La Jungla, expuesta en 1944 en Nueva York, provoco un escándalo, Lam pinta en adelante con libertad absoluta. Cuando la situación política se tranquiliza después de la elección a la presidencia de Ramón Grau San Martin y posiblemente también después de la muerte de su madre, Lam redobla su actividad. Se casa con Helena Holzer, participa a la fundación del comité de los Artistas Plásticos de Ayuda al Pueblo Español con los pintores Ramos Blanco, Carlos Enríquez y René Portocarrero. También se implica en el campo musical al punto de volverse vicepresidente de la Orquesta de música de cámara (orquesta Filarmónica) de La Habana, que acoge al director de orquesta Erich Kleiber y que recibirá pronto al compositor Igor Stravinsky. Mientras tanto, a la Orquesta sinfónica se consagra el gigante ruso del violín, Jascha Heifetz, que Lam encuentra entonces. Mientras que La Jungla es comprada en 1945 por el MoMA de Nueva York y colgada al lado de una tela no menos prestigiosa: Las Señoritas de Aviñón de Picasso, Sagua la Grande nombra a Wifredo « ciudadano de honor de la ciudad ». Este se desplaza para la ocasión con el fin de hacer descubrir el sitio a Helena. Su actividad pictórica se enriquece de nuevas experiencias: litografías; ilustración del libro de Loeb: Viajes a través de la pintura o de los poemas de Yvan Goll, un poeta en exilio que permaneció en casa de Guillén antes de ganar Nueva York y de encontrarse allá con Breton; realización de las portadas de las revistas Orígenes y View (n°2), un número especial dedicado a la « Tropical Americana », presentado por Paul Bowles que encontró a Lam en Cuba. En mayo, Pierre Loeb declara en Trópicos, respecto a su amigo: « Lam sabe dibujar y pintar, leyó todo, conoce muy bien la música, es hermano de los poetas modernos más sensibles; […] tiene en sí mismo la magia que se desea, se busca, se implora. » Anne Egger (Traducíon Peggy Bonnet Vergara) (2) Hay que recordar que, durante siglos, el arte africano fue prohibido de reproducción o de representación en las Antillas esclavistas. Así como fue prohibido tejer, forjar o esculpir. Los esclavos, exiliados sin objetos, tenían justo el derecho a cantar, bailar, contar poemas y cuentos… |