Cronología 1923 - 1938

1923-1938 España. En búsqueda de su arte

Descubrimiento del Viejo Mundo y aprendizaje junto a los maestros (1923-1935)

Autorretrato
Autorretrato, 1923

Wifredo llega a España a finales de 1923, apenas veinte años después de este país perdiera Cuba, su última colonia. Gana Madrid dónde conoce a Fernando Rodríguez Muñoz, estudiante en medicina, muy culto y un poco bohemio, quién le presenta dos amigos aficionados a la pintura, Baldomero y Faustino Cordón que se destina a la biología. Un primer grupo de amigos. Wifredo se presenta a Fernando Álvarez de Sotomayor, director del Prado, con su carta de recomendación. Este último, retratista funcionario de descendencia noble y profesor, lo invita a acudir a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando donde enseña. Sin embargo, el clima artístico de Madrid, dominado por el academicismo, sorprende al joven hombre venido para descubrir la modernidad. Así, se dirige hacia los grandes maestros del Prado: los retratos amanerados del Greco o de Velázquez, las escenas mitológicas de Poussin, los « horrores de la guerra » de Goya – « visiones de crímenes como espectáculos de injusticia de delincuencia militar », diría Wifredo –, la crítica de las injusticias de Brueghel en El Triunfo de la Muerte, las criaturas híbridas del Jardín de las delicias de Bosch, las obras grabadas de Durero, testigo de la angustia de su época y de sus supersticiones. Se siente más cercano de estos artistas rebeldes que pintan discursos contra la tiranía. Los copia y envía sus lienzos a Sagua para justificar su beca. En el Museo arqueológico, también fue muy conmovido por el descubrimiento del arte prehistórico. Cada día, saliendo de San Fernando, acude al pasaje del Alhambra para seguir una formación abierta a todas las tendencias, la Escuela Libre de Paisaje fundada por Julio Moisés, con la ayuda de los pintores anticonformistas (Benjamín Palencia, Francisco Bores, José Moreno Villa, Salvador Dalí).

Cuando pierde su beca, con el acceso al poder del general Machado en Cuba, Wifredo conoce grandes dificultades financieras. Ofrece sus servicios de retratista, bastante clásico, en las esferas aristocráticas que le abre Sotomayor. Durante el verano de 1925, es invitado a Cuenca en la familia de su amigo Muñoz. Recorriendo esta pequeña ciudad medieval posada en un espolón, en el sudeste de Madrid, se emociona por la aridez de los paisajes y la pobreza de los campesinos, tan desheredados como en su isla, que le inspiran varias telas. Se queda varios meses en Cuenca con un amigo retratista catalán, Jaume Serra Aleu. Se instalan en un pequeño local del centro de la ciudad y se une a los artistas y los intelectuales locales (Compans, Marco Pérez, Fausta Culebras, Zomeno, Eduardo de la Rica, Vázquez Díaz, Serra Abreu, Rusinol) que se reúnen al Hotel Iberia o a la librería Escobar. Es una primera experiencia de vida en comunidad que seduce al joven cubano. A su contacto, las nuevas influencias salen a la luz: los simbolistas catalanes (Herman Anglada Camarasa – uno de los intérpretes mayores del neo regionalismo andaluz – y Néstor), luego el arte de Cézanne.

Eva Piriz y Wifredo
Eva Piriz y Wifredo, Madrid, 1927

De regreso a Madrid, descubre la existencia de la Escuela de Vallecas que quiere revalorizar el paisaje español. Sus fundadores, Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, son reunidos por Canaja y Maruja Mallo y sostenidos por Manuel Ángel Ortiz y Guillermo de la Serna. Durante el verano de 1927 pasado en la región de Cuenca, Lam pinta numerosos paisajes y casas en este estilo. Poco tiempo después, oye las vanguardias madrileñas hablar abiertamente del surrealismo, un movimiento creado en París cuatro años antes. El pintor Benjamín Palencia, quien regresa de París dónde encontró a Picasso, Braque y Matisse, es el primero que expone telas de inspiración surrealista. Otros pintores son rápidamente tentados por esta vía como José de Togores y José Moreno Villa. Teniendo siempre curiosidad por las últimas novedades, Lam se ejercita en el automatismo gráfico. Es también en aquella época que descubre, por primera vez, durante una exposición en el museo arqueológico de Madrid, máscaras y esculturas de Guinea y del Congo. En el Jardín botánico de Madrid se organizó, en 1929, una gran exposición de pintores españoles residiendo en París; entre ellos los escultores Apeles Fenosa y Pablo Gargallo y los pintores Juan Gris, Manuel Ángel Ortiz, Pablo Picasso y Pedro Pruna. El cubano queda particularmente impresionado por la energía que desprenden las obras de Picasso. Es, según él, una revelación a la vez pictórica y política. En lo adelante, Lam desea hacer una pintura que sea también « una propuesta general democrática [] para todos los hombres ». Una declaración que tiene que ver sin duda con las noticias alarmantes que llegan de Cuba (la posición social explosiva, la dictadura de Machado) que inquietan al pintor. Desde esta época, se despierta la conciencia política del joven al lado de su amigo Muñoz y Cordón que lo inician al marxismo. También frecuenta a jóvenes pintores latinoamericanos adherentes a la Federación universitaria hispanoamericana quienes se reúnen cada domingo. Wifredo se casa con Eva Piriz que encontró dos años antes.

Crisis económica, política y familiar (1930-1933)

La crisis económica toca España de frente, afectando seriamente la situación financiera del pintor. A pesar de una gran pobreza, la pareja acoge con alegría el nacimiento de un hijo, bautizado Wilfredo Víctor. En esta nueva vida familiar, el pintor se realiza, quedando abierto al mundo del arte. El Salón de Otoño presenta obras simbolistas y surrealistas de Ángeles Santos que pueden haberlo inspirado. Pero esta felicidad será breve. Eva y el niño sucumben a la tuberculosis en 1931. Esta doble pérdida sume a Wifredo en la desesperación. Lam habla de « asco », de « rebelión », de « abandono ». Proyecta un momento volver a encontrar a su familia en Cuba, pero no es el buen momento de ir allá: la política represiva de Machado reinaba sobre la isla mientras que España estaba en marcha hacia la república después de la caída de la monarquía. Sólo el apoyo constante de sus amigos Faustino Cordón y Anselmo Carretero, ingeniero de formación, le permite resistir; estos le encargan retratos para que pudiera comer por lo menos. Crea poco, pero lee mucho. En particular libros históricos o etnográficos sobre África y la esclavitud. Durante el verano de 1931, se va con Anselmo Carretero a León; región montañosa en el noroeste de España, donde frecuenta un pequeño grupo de artistas locales. Allí, se siente mejor. Sus grandes descubrimientos en esa época fueron el cubismo latente de Cézanne, el primitivismo exótico de Gauguin o la naturaleza impresionista de Franz Marc..

C.Enrique W.Lam A.Carpentier
C.Enrique, W.Lam y A.Carpentier

En Madrid, Lam y Faustino Cordón frecuentan el café de la Gran Vía donde se encuentran los intelectuales favorables a la república pero inquietos por el aumento de la oposición conservadora, como por el aumento del fascismo en Europa: Juli Ramis (pintor con quien compartirá un taller), los escritores Azorín (José Martínez Ruiz) y Ramón del Valle-Inclán, los poetas Federico García Lorca y Jorge Guillén, el pintor cubano Mario Carreño, el periodista y poeta guatemalteco Miguel Ángel Asturias, apasionado de las tradiciones precolombinas. Estos encuentros fructuosos reaniman el entusiasmo de Wifredo. A pesar de las cartas recibidas de Cuba. Noticias corroboradas por los recientes exiliados cubanos que demuestran el aumento de la violencia del gobierno Machado (asesinatos, torturas, prisiones, presidios) y organización de redes de resistencia y de campañas de información contra el dictador. El pintor es afectado cada vez más por los asuntos del mundo que parece voltear a partir de 1933. Asuntos que obligan a informarse, a situarse y a actuar: Hitler, nombrado canciller del Reich, instituye las primeras leyes antisemitas; la rebelión del pueblo cubano derriba Machado y fuerza al « Mussolini tropical » a huir a las Bahamas pero el golpe de Estado militar de Batista restablece la dictadura un mes después; en España, las elecciones vuelven a poner la derecha al poder por tres años, una derecha que se radicaliza.

Lam se compromete definitivamente a la izquierda, políticamente atado al marxismo pero sin ningún dogmatismo. Participa a la primera exposición de arte revolucionario – y antifascista – en el Ateneo. Entra en contacto con diferentes grupos que combaten las dictaduras imperialistas: la Asociación general de los estudiantes latinoamericanos (AGELA), la Organización antifascista, la Federación universitaria española o el Comité de los Jóvenes Revolucionares Cubanos entre los cuales forma parte su compatriota en exilio, el pintor autodidacta Carlos Enríquez Gómez, a quien acababa de conocer. También encuentra a Alejo Carpentier, musicólogo y escritor cubano que vive en París desde hace cinco años y que publicó el mismo año Ecue-Yamba-O, una de las primeras novelas afrocubanas. En el museo de Prado, Wifredo conoce a Balbina Barrera, una mujer que, como afición, copia a los grandes maestros y de la cual será muy unido los años siguientes.

Inspiración en crisis 1934-1935

Para Wifredo comienza un período de duda que lo impide pintar. Una crisis existencial y artística. En ese período busca refugio en los libros de la literatura clásica española, de la poesía contemporánea – como una antología de la poesía ibérica prologada por Lorca que intenta explicar el secreto del lenguaje de Góngora – pero también en las obras del poeta persa Omar Khayyâm, o del británico pre-romántico William Blake. Devora tanto a Thomas Mann como las novelas rusas del siglo XVIII para acabar por Nicolas Gogol. Lee diferentes libros sobre el materialismo histórico, explorando los escritos revolucionarios de los teóricos rusos y alemanes aconsejados por Fernando Muñoz y Faustino Cordón. Además, estudia libros de arte que tratan de Van Gogh, de Gauguin, de Cézanne, de los expresionistas alemanes, de Franz Marc o de Matisse.

En su modesta habitación madrileña, Lam lucha contra sus dudas. Durante un año, pinta allí la vista de su ventana, probando diferentes experimentos cromáticos, principalmente influidos por Matisse. Pasa el verano de 1935 a Málaga, pequeña ciudad costera andaluza – y ciudad natal de Picasso – con Balbina y sus seis niños. El Museo de Bellas Artes de esta ciudad, fundado en 1923, presentaba entonces colecciones de arte gótico, del renacimiento y barroco, también obras de Ribera y de Pedro Mena. Antes de regresar a Madrid, hace un pequeño rodeo por Granada, sin duda invitado por Lorca, para visitar El Alhambra. En la capital, vuelve a encontrar sus amigos y descubre el primer número de la revista Caballo verde para la poesía fundada por Pablo Neruda y Manuel Altolaguirre.

Combate para la libertad (1936-1938)

W.Lam y B.Barrera, España, 1935-36
W.Lam y B.Barrera, España, 1935-36

Mientras que Lam y sus amigos celebran, en febrero de 1936, la victoria del Frente popular y su ola de reformas sociales, la inspiración del pintor sigue en crisis. Pero la pintura se hace para él secundaria cuando ocurre el levantamiento militar antirrepublicano del 18 de julio. Es el principio de la guerra civil. En tres días, un tercio del país es conquistado por los partidarios de Franco, pero Madrid y Barcelona resisten. Mientras que se entera del asesinato de Lorca en Granada o de la revocación de Neruda, otros llegan para sostener a los republicanos, como Carl Einstein quién se reúne con la columna Durutti o Pablo de La Torriente Brau, el corresponsal de guerra cubano, quien morirá en diciembre. Lam y sus amigos se comprometen en la lucha. Como Mario Carreño, Wifredo realiza carteles a la gloria de los republicanos, mandados por el ministerio de la propaganda. Luego participo a la defensa de la ciudad asediada a partir de noviembre. Pero ante todo, hay que fabricar municiones. Su amigo químico Faustino Cordón lo contrata en una fábrica de armamento y le confía un puesto donde el pintor ensambla bombas anti carros.

Lam con dos milicianos
Lam con dos milicianos

Después de seis meses de trabajo intensivo, Lam es intoxicado por los productos que manipuló. En marzo de 1937, es enviado de convalecencia al sanatorio de Caldes de Montbui, al norte de Barcelona. En camino a Cataluña, hace una etapa en Valencia dónde encuentra a Pérez Rubio y José Renan. Este último, director de Bellas artes, le encarga un cuadro sobre la guerra con el fin de enviarlo al pabellón español de la Exposición internacional de París. Un encargo que realizará demasiado tarde para ser expuesto: La Guerra civil. Pasa por Barcelona en mayo en el momento en el que los anarquistas del POUM son sacrificados por los representantes del PC.

La libertad de pintar (1938)

Instalado en Caldes, es forzado a un mes de descanso obligatorio. Su única distracción es la lectura (Vida de Leonardo de Vinci por Freud; Rembrandt por E. Ludwig; estudios sobre Matisse o Picasso; Otelo de Shakespeare; obras de Bakounine sobre el materialismo histórico…). Wifredo encuentra al escultor Manuel Martínez Hugué, llamado Manolo, quien le cuenta sus memorias con Picasso, a quién frecuentaba desde 1904 o sus viajes con Braque y Maurice Raynal en Normandía. Manolo era también uno de los descubridores del arte negro y uno de los primeros coleccionistas. El escultor puede hablarle durante horas de la estatuaria africana, de la simplificación de las formas, del ritmo tendido hacia lo esencial, de la expresión de la esencia, de lo irracional… Discusiones extrañas que parecen triunfar sobre los totalitarismos. Es Manolo que lo incita a irse a París para encontrar a Picasso.

A partir de septiembre de 1937, se instala en Barcelona dónde se familiariza con una vida artística mucho más rica que en la capital. Se une a la sección de pintura y de escultura del Ateneo socialista, donde tiene acceso a la biblioteca, a la cafetería y a los modelos vivos para pintar desnudos. Es presentado por Manolo al pintor Jaume Mercadé y al fotógrafo Fritz Falkner, sus nuevos amigos. Es allí dónde Wifredo vuelve a la tarea y rompe definitivamente con el academicismo. « La revolución cambió mi escritura y mi manera de pintar », reconocerá. Tan animado, pinta de nuevo frenéticamente. « Creo que hice en Barcelona unos dos o tres cientos cuadros que no he vuelto a ver porque cuando me fui, los he dejado a un amigo que murió », dirá. Al principio del año 1938, Wifredo encuentra a Helena Holzer, una joven Alemana, doctor en química y directora, desde hace cuatro años, del laboratorio de tuberculosis al hospital de Santa-Colomba. Le es presentada por Fritz Falkner en un café de la plaza Lesseps. Al día siguiente de la gran ofensiva de Franco del 15 de abril, que ya marca el triunfo del fascismo y del catolicismo, Lam decide irse de España…

Anne Egger

(Traducíon Peggy Bonnet Vergara)

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